jueves, 4 de diciembre de 2014

Carmen y las piedras de Los Lirios


(Imagen de la estación de Logroño) 
"Sentí pánico y rabia", dicen que explicó Carmen cuando fue a denunciar cómo le habían llovido piedras sobre la máquina del tren. Carmen es maquinista y todavía una de las pioneras en el oficio. Va a los mandos de un tren de mercancías. Estos son apuntes para una historia de trenes.


De noche, la locomotora es como si fuese rasurando la oscuridad y Carmen agradece la compañía de otras luces que no sean las estrellas al pasar por zona urbana mientras conduce. Lo agradece cuando todo va bien encarrilado. Asusta que te lancen piedras desde el alto de la trinchera. “¿O era un puente?”. La normalidad descarriló esa noche. 

Era una noche de finales de agosto de 2014. María y Javier habían abierto las ventanas para hacer corriente y refrescar un poco el piso (el aire acondicionado se les va de presupuesto). Al filo de la medianoche el ruido se hizo insoportable. No, no pasaba un tren. Estaba la máquina con el motor en marcha a pocos metros de su ventana.

Voy en el tren camino de Logroño y escucho la historia de Carmen, Javier y María. Tres desconocidos hasta una noche de agosto en la que los presentó una máquina del tren y el vandalismo de unos gamberros. 

El tren estaba parado y le estaban tirando piedras”, cuenta María. “No lo veíamos muy bien desde la ventana y Javier bajó. Ya sabes… ¡tiene que estar en todo!  Pese al ruido de la máquina, se adivinaban gritos”.

Logroño ha realizado una magnífica integración del ferrocarril. La ciudad ha cambiado y la cicatriz del tren se ha transformado en parque y un edificio emblemático en el corazón de la ciudad.  La integración es una obra como para sentir orgullo. La integración tiene flecos y lo sufren en el barrio de Los Lirios. Los vecinos, que soportan el ruido de los trenes, han pedido varias veces que les den soluciones.

Carmen, nombre ficticio, puso una denuncia en agosto por intentos de agresión. “Querían subir a la máquina, pararla y que la maquinista se bajase de ella. Pasó miedo me contó Javi que habló con ella”.  Carmen y Javier hablaron esa noche del problema del ruido y ella deseó que pronto hubiese solución. Ambos renegaron de las actitudes violentas y pusieron en duda de que fuesen gentes del barrio. 

María cuenta la historia del ruido de Los Lirios en el tren y defiende el transporte ferroviario. “Me gusta el tren”, afirma. "Es menos contaminante, es cierto”. La contaminación acústica en la trama urbana es, quizás, daño colateral. 

Por las vías españolas hace tiempo que hay empresas privadas. Un artículo de El País se hacía eco este verano de la situación del sector y citaba a los operadores privados, la máquina de uno de ellos  paró aquella noche en Los Lirios. Entiendo que sería diésel-eléctrica. El diésel sube los decibelios. La locomotora paró con el motor en marcha. "¿Por qué se detuvo fuera de la estación?".  

El tren paró para hacer el cruce con otro convoy. Parece que la máquina diésel no podía quedar al ralentí en la estación enterrada de Logroño porque habría disparado la alarma de incendio. Es lo que me cuenta un viejo ferroviario con el que comentó poco después el incidente. “¿Te imaginas? Menudo show se montaría si empieza a sonar la sirena en medio de la ciudad”. Pues, sí.  El problema paró en Los Lirios. 

El ruido de los trenes que pasan es molesto y los decibelios suben con máquinas en espera con el motor encendido.  “La asociación de vecinos ha pedido pantallas de las que bajan el ruido. A ver si el próximo verano se puede dormir con la ventana abierta”, va contando María a su compañera de asiento. “Estamos buscando piso para cambiarnos. Ahora con el bebé… es mejor”.  Y sigue contando lo difícil que resulta el cambio, con la hipoteca pendiente y con las dificultades de encontrar comprador. “Ahí estamos”.

La pantalla acústica si la locomotora está detenida con el motor en marcha quizás sirva de poco. Eso sí, alivia el día a día. “Ojalá lo consigan”, pienso y recuerdo cómo escuchábamos pasar el tren este verano desde la huerta, quizás fuese el mismo. Era un mercante con locomotora diésel-eléctrica.  

Ensayo con la herramienta EcoTransIT
Y, mientras espió una conversación ajena con ganas de sumarme, me preguntó por qué no se gestionó el cruce de trenes para que el mercante esperase en un lugar menos molesto. En ese momento, pasamos por unas antiguas instalaciones industriales y veo que no hay poblaciones cercanas a las que repercuta la contaminación acústica.  El tren es el medio transporte menos contaminante. Las emisiones de C02 (y los costes) son menores que las que proceden de las decenas de camiones necesarios para el transporte por carretera y, por ello, se aboga por emplearlo a partir de los 300 kilómetros de distancia. 

Recuerdo una herramienta para calcular la eficiencia energética del transporte. La pruebo con un ejemplo simple: transporte de 100 toneladas entre Zaragoza y Bilbao. El resultado del experimento es que las emisiones del tren, aún diésel, son la mitad que las del transporte por carretera. Esa es otra historia. 




(Nota: El problema que soportan y denuncian los vecinos de Los Lirios son reales. También el incidente de agosto)

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